en Literatura

1.01

00:42… 00:43… 00:44… Su cabeza se tambaleaba mientras sus manos acompañaban el movimiento. La luz de la cocina iluminaba su cara, tubo que atentaba a apagarse temblando con sus rayos.
Lágrimas invisibles recorrían su rostro contemplando la taza de té casi vacía y fría con el tiempo. Le ardían los ojos de la oscuridad y su cabeza retumbaba como salón de tap.
Mezcla de sueño y realidad, la noche se tornaba eterna. Su fin ya no era concebir el sueño, sino despojarse de pensamientos que detenían el correr del tiempo.
Su preocupación no era la de su futuro cercano ni mucho menos lejano. Tampoco planeaba algún medio para obtener lo que quería para sí. Todo era oscuro y se limitaba calculando posibilidades ilógicas de resolver una vida que recién había comenzado.
Las tensiones habían hecho creer que en esa noche decidiría el resto de su vida. Miraba el reloj y trataba de hacerle caso omiso hasta que logró dormir.
Al despertar sentía que no había pasado más que unos segundos de haberse dormido, pero su reloj de mano no le indicaba la misma situación. Sobre la mesada blanca, y sufriendo un leve dolor de espalda, intenta hacer memoria acerca de lo que había planeado la noche anterior. Finalmente, pese a un gran esfuerzo, no logró recordar absolutamente nada de sus pensamientos.
Todo era muy confuso, no tenia tiempo de formular otra vida. Todo estaría perdido ahora que no sabia que camino seguir. Su única opción era comenzar el día como cualquier otro hasta obtener alguna señal de lo que debía hacer.
A medida que transcurría el día, todo parecía muy normal. Así pasó la primer semana, llego la segunda. Pasó un mes, otro, y otro…
Todo parecía muy normal en su vida, pero lamentablemente durante el transcurso no pudo hacer memoria de aquello que había planeado con tanta dedicación. Aunque ya no importaba tanto, había obtenido cada cosa que deseaba y había conservado lo que amaba.

Un día recordó a que conclusión había llegado esa noche. Se había prometido por cualquier cosa que pase, ser felíz.
Sonrió y minutos después cerró los ojos lentamente mientras se recostaba sobre el suelo de su cocina. Poco a poco su respiración se fue calmando y su corazón cediendo hasta que no tuvo la necesidad de hacer algún otro esfuerzo.

Manuel Portela 28/06/04 1:01 A.M.

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