Una nueva forma de smart

Hace ya cinco años asistía al primer Smart City World Expo. Y he repetido sin interrupciones a todas las ediciones. Si no escribí nada sobre las últimas es que no me han entusiasmado mucho. Por el contrario, he decidido escribir algunas notas sobre la edición de este año que sucedió esta semana. Tampoco es casualidad que me haya mudado a Barcelona hace unas semanas, ni que la ciudad esté revolucionada por el intento de independencia. Ni que Barcelona esté liderando un cambio en términos tecnológicos, como siempre lo ha hecho de diferentes formas.

Es este año que el debate ha pasado desde una idea de top-down de las smart cities, por muchas formas de discurso. Entre ellas la mas reconocible ha sido la idea de que hay que centrarse en el ciudadano. Dicho discurso quedó ambiguo ya que terminó siendo tomado por las mismas empresas y gobiernos para vender lo mismo que venían proponiendo.

Es aquí cuando Barcelona, con su cambio de gobierno bajo los vecinalistas de Barcelona EnComú ha tomado la iniciativa de generar un plan de gobierno digital orientado a desarrollar herramientas open-source y en devolverle a los ciudadanos lo que es del ciudadano. En este sentido, ha potenciado un discurso que había sido el de datos abiertos y gobierno abierto y lo han llevado más allá.

Por un lado Decidim, la plataforma de participación ciudadana que utiliza el ayuntamiento, tiene tres grandes virtudes:

  1. Es enteramente complementada por encuentros y debates en forma física, llegando a toda la población e intercalando diferentes formas de participación
  2. No solo es open-source, sino que se realizan hackatones (los llamados Metadecidim) para mejorarla y hacer forks sobre el código que está abierto a cualquiera, con lo que se asegura la transparencia también en el proceso de creación y actualización de la herramienta.
  3. Fue adoptada por varios otros ayuntamientos, como el de Madrid, Pamplona, y la misma diputación de Barcelona quien ayuda a implementarla en los otros ayuntamientos de la provincia. Este factor es fundamental, ya que es una forma de asegurarse que la misma es actualizada por los diferentes ayuntamientos hacia el futuro. Por ejemplo, si alguno decidiese no usarla más, la misma no quedaría en desuso, sino que se mantiene viva como plataforma central. De esta manera los recursos destinados no se pierden sino que se benefician mutuamente a partir de la colaboración.

La colaboración y cooperación es algo que las ciudades han ido aprendiendo a lo largo de los años, pero que no es muy aceptado. En la conferencia, Gala Pin (BCN) y Miguel Gamiño (NYC) lo han destacado al mismo tiempo que anunciaron que están trabajando conjuntamente en varios proyectos. Y no es menor que ya nos habíamos adelantado a su momento con el Programa de Políticas Públicas Innovadoras que armamos desde el GCBA.

La segunda propuesta de Barcelona es la soberanía digital. Gala Pin lo dijo muy claramente “No debemos dejar que nuestras ciudades sean laboratorios de las empresas tecnológicas, sino detectar las necesidades de la ciudad y colaborar con las empresas y la ciudadanía para lograr solucionarlas”. En este sentido, el embiste viene con el derecho a la protección de datos de los ciudadanos para evitar la explotación de datos masivamente que realizan las empresas.


El problema de los datos y algoritmos es demasiado abstracto y es complejo de transmitir y es difícil de concientizar entre los ciudadanos (Se pueden leer los siguientes artículos aquí y aquí y de yapa una lista de bibliografía ). Esa fue la conclusión del panel “Fresh ideas on privacy, trust datalake management”. En el mismo estuvieron presentes Francesca Bria (CTO de Barcelona) quien habló del proyecto DECODE en el que están trabajando para el uso de Blockchain para proteger los datos de los ciudadanos sin delegarlos inocentemente. También estuvo Mara Balestrini, quien está trabajando con el proyecto Salus.coop para la gestión cooperativa de los datos de salud de los ciudadanos. Mara se refirió a las narrativas que estamos generando respecto al uso de la tecnología. La idea de “Smart Cities” proviene de la narrativa que creo Mark Weiser hace 60 sobre tecnologías calmas, e idealizamos dicha narrativa, cuando deberíamos adaptarla a los tiempos que corren. Crear nuevas narrativas, nos permitirá discutir e imaginar nuevos escenarios.

He rescatado algunas imágenes de la feria que refleja esta narrativa en la que transcurre la feria:

Rob van Kranenburg, fundador del IoT Council (ahora llamado Next Generation Internet), expresó la idea de que ya no debemos hablar de Privacidad, sino de privacidades. Ya que los usos y requerimientos de la privacidad es contextual, cambia en el tiempo, en el espacio y también en la vida de uno mismo. Bria resaltó la importancia de la nueva legislación europea GPDR que se pondrá en funcionamiento el próximo año para regular la privacidad y que cambia muchas de las normas en el territorio europeo. Beth Noveck (The GovLab) estuvo presente otra vez en el congreso. Había estado en 2015 y fue un gusto que haya hecho una recopilación de los cambios que hubo este tiempo en temas de participación y el rol del gobierno.

Lo destacable fue su apuesta por la participación, no desde una “tiranía de las mayorías”, como ella lo llamó, sino involucrar a los ciudadanos en el desarrollo de políticas públicas. Bajo su perspectiva, lo que no estaba funcionando es el ámbito legislativo, donde el ciudadano ignora el proceso de crear una ley y una política, y donde los gobernantes desestiman la participación por esta falta de conocimiento. Ella propuso hablar de CrowdLaw, donde los ciudadanos son portantes de conocimiento y que a su vez se capacitan en el proceso de generación de legislación. Porque sino, se cree que los ciudadanos no tienen el conocimiento suficiente y se los desestima.

Además, apuntó contra la idea de los “expertos”, indicando que la idea como alguien diferente a los ciudadanos ya no existe, sino que todos somos expertos en algo y se debe reconocer esa experiencia. Pero para eso los ciudadanos deben capacitarse, y es ahí donde hay que involucrar al ciudadano desde el sistema educativo, cultural y otros ámbitos cotidianos. Y en ese sentido, ella destacó el uso de métodos como Citizen Science y Civic Science, conceptos de los que desconocía su distinción y me pareció oportuna.

Es evidente que el problema habitacional emergió considerablemente como conflicto urbano. Hubo tres o cuatro paneles en los que participaron gobiernos locales, especialmente Amsterdam, Berlin, Barcelona y Vienna, quienes de alguna manera tienen apuestas más contundentes frente a este problema. Los paneles siempre iban en combinación con estudios en base al efecto de Airbnb y la Gig Economy. En este sentido, el concepto de economía colaborativa o Sharing Economy, fue desplazado totalmente por la crítica al daño que han hecho y por la evolución hacia el concepto de Circular Economy que mezcla una preocupación medioambiental con el aspecto económico-social.

Otro de los grandes temas fue el desafío de la movilidad. Sinceramente apenas asistí solo a uno de los paneles. Pero las ciudades grandes, medianas y pequeñas se están apurando a tomar medidas porque el efecto de la contaminación es imparable. El mes que viene entra en vigencia la exclusión de autos antiguos en el anillo del área metropolitana de Barcelona y una decena de ciudades europeas ya le están haciendo la cruz a los autos diesel en los próximos años. Aún así, estamos ante el problema más desafiante en la lucha contra el cambio climático.

Finalmente quiero destacar otras dos observaciones. Por un lado, he participado del evento Responsive Cities organizado por el IaaC y Active Public Space. Dicho evento estuvo embebido dentro de la feria, pero un poco alejado. Muchos de los temas que se debatieron fueron orientados desde la arquitectura, urbanismo y artes electrónicos. La representación del espacio, la experiencia, la performatividad, campos que no se discuten y no se debaten demasiado. Como foco de mi investigación, son los universos que estoy tratando de cruzar, pero que se hace difícil por la forma en que los discursos no son compatibles. Las guías y buenas prácticas se pueden descargar libremente en el sitio y son fascinantes.

Lo segundo es que asistí a un panel sobre inclusión y accesibilidad. Sentí que el tema estuvo muy relegado, que no se incluyen esos debates en el ámbito, sino se lo sigue tratando como una externalidad y me apena mucho. Hay trabajos académicos que están abordándolo desde diferentes perspectivas. El que más me gusta es Modes of Ordering, pero lo contaré en otra ocasión. Creo que hay una dificultad en tratar estos temas, incluso cuando tuvo especial participación la convocatoria que Barcelona y Nueva York sacaron respecto a la búsqueda de soluciones para personas con discapacidad visual en la ciudad (tema que escribiré en otra ocasión porque me interesa investigarlo más).

Una vez más, ha sido un placer ver a amigos y colegas en este evento. En definitiva, la feria es como las navidades donde uno se encuentra con personas de todo el mundo con las que ha trabajado o discutido sobre estos temas que nos apasionan tanto.

Definir el impacto de las iniciativas participativas y los datos abiertos

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En mi investigación para ciudades más abiertas, el tema de los últimos meses son es la medición y los indicadores de impacto. En otras palabras, muy lindo lo de SmartCities, pero ¿cómo sabemos si causa algún efecto?. Esta pregunta va directamente ligada a la anterior ya analizada, ¿Las ciudades realmente quieren cambiar?. Y también podemos pensar en la dificultad de crear impacto cuando lo que se mide, al final de todo, es el valor creado.

Pero los invito a meterse en profundidad en uno de los ejes con los que estamos trabajando actualmente con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aaires y el Dr. Boyd Cohen, de la famosa SmartCityWheel para hacer ciudades realmente inteligentes.
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Lo que nos incumbe en esta ocasión tiene que ver con participación, transparencia y datos abiertos. Temas que se han discutido esta semana en el encuentro ABRELATAM junto a colegas de todo el mundo en la ciudad uruguaya de Montevideo.
Los temas mencionados, son los que conforman el componente Transparency & Open Data, incluido en el eje Smart Gov de la rueda.

En primer término, quiero aclarar que muchos asocian los datos abiertos y la participación con la transparencia y esto no me parece correcto. O por lo menos no directamente. Estos son, algunos componentes de lo que podríamos llamar un Índice de Transparencia. Tampoco es, como se cree, un cierto tipo de información.
Andrew Schnackenberg argumenta que la transparencia debería ser algo natural cuando los actores comparten objetivos, ya que está definida por el nivel de apertura, claridad y celeridad de la información compartida. O en palabras de James R. Hollyery, B. Peter Rosendorff y James Raymond Vreeland, la transparencia se compone de diferentes dimensiones, y funcionan como diferentes mecanismos de los cuales se espera diferente comportamiento en el gobierno.

Por lo tanto, un primer indicio, nos lleva a pensar que si queremos medir el impacto de la participación o de las políticas de datos abiertos, debemos evaluar cómo afectan a la transparencia de un gobierno. Además, debemos descartar de nuestra hipótesis, que un gobierno con políticas que dicen ser «abiertas» o «participativas», no lo es si sus ciudadanos no lo perciben así.

En el encuentro ABRELATAM nos preguntamos ¿Qué es un indicador correcto para medir la participación y las políticas de datos abiertos?

Como ya lo hemos definido con Lucía Paz Errandonea en abril de este año. «No podemos contemplar, en definitiva, sólo la participación realizada mediante el uso de sistemas tecnológicos. Ya que si bien podemos considerarlos parte de la infraestructura urbana, a esta no se la puede escindir de los comportamientos sociales.»

Por lo tanto, durante el evento ABRELATAM definimos que hay 2 tipos de participación, aquella que se involucra y busca la innovación de forma «activa». Y una segunda que nombramos «pasiva» ya que solo se refiere a dar apoyo, compartir o aportar a una causa de forma desinteresada.
La primera es la participación real, o por lo menos aquella que buscamos en una ciudadanía de la SmartSociety, pero resulta muy dificil de medir. La segunda, en cambio, tiende a ser más un indicador de visibilidad que de participación, ya que el indicador por defecto es el volumen de «participación» en una causa.
Encontramos que muchas veces se le asignan atributos a la participación que en su naturaleza no se presentan. Por ejemplo, la junta de firmas virtuales, por medio de plataformas como Change.org o grupos en Facebook. Y en algunos casos, el efecto causado, no es el efecto esperado.

Así que una primer forma de medir la participación deliberada, es pre-definir los objetivos. En el caso de implementar una política participativa preguntarse ¿Para qué queremos que las personas participen?¿Qué queremos lograr?¿Cuales son los espacios en que podrán aportar?¿Cuál es el efecto esperado?

Luego de compartir experiencias personales, nos dimos cuenta que algunas herramientas participativas funcionan mejor que otras, y pudimos definir que las más exitosas se deben a tres factores.
A que generan historias que realmente interpelan a las personas a través de la emoción, ideales, etc.
A que manejan correctamente y emprolijan la información, con lo cual se vuelve una herramienta útil para generar mapas de información.
A que generan confianza ya que se valen de otros medios que los validen, como los medios de comunicación u organizaciones del tercer sector.

Finalmente, definimos algunas características para poder analizar una acción participativa:

  • Los públicos objetivos de la acción. No todos van a participar, debemos elegir quien nos interesa a partir de la generación de un mapa de actores.
  • Los niveles de participación. Definir qué tipo de participación y compromiso tendrán estos públicos elegidos.
  • Intencionalidad. Pensar y diagramar cual es nuestra intención y cual es la intención de cada uno de estos participantes, para ofrecerles algo a cambio de su participación.
  • Aliados y cooperación. Dentro de los actores definidos, debemos pensar cuales serán nuestros aliados (aquellos que comparten el mismo objetivo y visión) y quienes estarán abiertos cooperan (aquellos que comparten alguno de nuestros objetivos y visión, pero no todos).
  • Call to Action. No sirve solo pedirle a las personas que participen, hay que indicarles cómo y de que forma pueden hacerlo. De esta manera se genera confianza en el circuito.

Por el lado de los datos abiertos, nos encontramos con el problema de que el impacto hasta el momento es ínfimo. Solo poca población sabe hacer uso y conoce de su importancia. Y que las políticas relacionadas, hasta ahora se han encontrado con una calle sin salida. Si bien se mostraron otros usos interesantes de los datos abiertos (y no tan abiertos) aún el camino es sinuoso.
Sumado a esto, los problemas de privacidad y el mal uso de los datos existentes, están generando más preocupación que buenos augurios.

Más allá de eso, tener formas de medirlos ayuda a tomar decisiones correctas sobre la estrategia. Para ello agrupamos las posibles formas de indicadores en 4 métodos:

  • Utilidad real. Poder establecer una necesidad del usuario final (por ejemplo, disminuir el tiempo de transbordo entre 2 transportes públicos) y definir indicadores relacionados a esa necesidad. De esta manera nos aseguramos una estrategia orientada a mejorar la calidad de vida que no será en vano.
  • Medición cualitativa. Una encuesta tradicional permite establecer si los ciudadanos están en condiciones de percibir el beneficio.
  • Auditoría externa. Muchas veces una evaluación objetiva es la mejor forma de estudiar el impacto.
  • Estrategia temporal. No solo sirve medir el impacto final, sino que se deben definir los momentos en que se tomarán muestras para analizar la evolución previamente planificada. De esta manera, podemos asegurar que exista un cambio de comportamiento en el tiempo para poder pivotear a tiempo.

Los datos abiertos son un aporte más de una estrategia de Gobierno Abierto, que es el que general el impacto. No al revés.

También hemos discutido la importancia de la serendípia como causante de nuevos escenarios. Pero para considerarla una metodología parte de la estrategia, o mas bien, parte del ecosistema innovador, debemos poder medirlo a partir de un método empírico determinado. Si bien es cierto que puede generar grandes saltos creativos, para poder considerarse dentro de nuestro mapa estratégico, debemos tomar pruebas constantemente para poder entender su evolución e impacto.

Por último, hemos notado que a veces existe una creencia ciega en estos nuevos paradigmas tales como bigData, que no se diferencian muchos del nacimiento de la estadística en la década de 1910. Y que debemos tener cuidado de no caer en una tecnocrácia.

En conclusión, se necesita poder definir una estrategia fuerte, con formas de medir su evolución al mismo tiempo que poder cambiar de táctica si el efecto que estamos causando no es el esperado. La innovación es un cambio cultural, y debemos pensarlo como un efecto a largo plazo que requiere de constancia e inteligencia para llegar al final.
La participación aislada, por más multitudinaria y visible que sea, no tiene un impacto real en el cambio de comportamiento de las personas. Solo aquella que puede entender el campo total de los actores, intenciones y necesidades, podrá desarrollar una estrategia participativa que como efecto mejorará sustancialmente la noción de transparencia.

Esperamos, con estas conclusiones, y muchas otras en las que estamos trabajando, poder contener toda el aprendizaje generado en los manuales que estamos preparando en CHIRIPA para ayudar a los gobiernos locales a conocer las buenas prácticas.