Tiempo para la normalidad y el confinamiento como excusa

Fushimi Inari Tori

La imagen de portada (por Lin Mei) es de las puertas Torii de Fushimi Inari en Kyōto. Son cuatro kilómetros alrededor del monte Inari, en el que te encontrás con algunos templos pero en el que este camino de puertas parece interminable. Inari es el dios del arroz, y por lo tanto la abundancia, por lo que las puertas fueron donadas por aquellos que buscaban el beneficio del dios Inari para sus negocios. El arroz era la base de la economía, y era fruto de una constante labor.

En el anterior artículo cuestionaba la normalidad que se trata de debatir, recuperar, imponer, superar… quién sabe…
Hoy quiero explayar por qué considero que este periodo pandémico es una oportunidad de repensar nuestra normalidad. Los invito a pensar el confinamiento como excusa y no como consecuencia.

Quiero proponer un escenario. Hemos vivido los últimos años en una aceleración constante. Desde que surgió internet la cantidad de información y la demanda cognitiva ha subido exponencialmente. La sociedad en red, como la nombró Castells, nos permitió que hoy en día sea normal teletrabajar y conectarnos con nuestros amigos y familias para festejar cumpleaños o unos mates desde nuestro espacio confinamiento. Esto es totalmente natural y se ha aceptado muy rápidamente cuando hemos tenido que confinarnos. Además, la economía cognitiva nos ha permitido disfrutar de la cultura, la “gig economy” nos ha permitido comprar por internet o acceder a productos y servicios sin movernos de nuestra casa.

Pero todo esto no es gratis. Detrás de la hiper-información hemos perdido tiempo para contemplar otras cosas. Detrás de la hiper-conectividad hemos perdido libertades y privacidad. Detrás de los servicios de streaming y deliveries de productos, hay pequeños productores y trabajadores que han perdido su trabajo o son explotados por sueldos abusivos.

Esto que llamamos un tiempo anormal ha llevado a muchos a ver la necesidad de aprovechar la oportunidad para crear proyectos, ser creativos, resaltar y generar dinámicas. Existe una presión por la hiper-producción que ha quedado en evidencia. Pero, muchos otros han visto su vida personal y laboral colapsar, con las emociones agobiantes y la falta de perspectiva de futuro. Especialmente los padres o quienes tienen familiares dependientes, son los que más han vivido este colapso. Es difícil considerar esta realidad igual para todos. Todo lo contrario, hay muchas realidades que se vieron llevadas al extremo.

Desde mi realidad, que es bastante cómoda, me he planteado diversas formas de poder colaborar con proyectos, de generar cosas nuevas en este tiempo de confinamiento. Pero me cuesta mucho, y más allá de escribir estos artículos no he hecho demasiado. Sinceramente no tengo más tiempo libre que antes. Sigo trabajando, doy clases, etc., y el poco que tengo lo he dedicado a hacer ejercicio y algo más. Hoy valoro más lo cotidiano que buscar el desarrollo de algo nuevo. Pero mas allá de los hábitos, considero que este tiempo sirve para volver a la normalidad. Una normalidad que no es generadora, sino que es observadora. Que busca detenernos en el tiempo, pensar las cosas con más atención, ser mas sensible con otras realidades.

Creo que la mal llamada anormalidad es justamente una oportunidad de volver a una normalidad cognitiva, emocional y relacional. Sin duda, el confinamiento y los límites que a los que nos vemos impuestos no son ideales ni normales para nuestra sociedad. Pero estos límites son los que nos fuerzan a detenernos en ciertos detalles, en realzar lo que estaba oculto.

Algunos auguran por pensar en una nueva economía de decrecimiento, o una nueva movilidad que pondere las distancias cortas. Les propongo entonces, una nueva forma de relacionarnos, de desacelerar el ritmo de vida.

Algunos no estarán de acuerdo. Hay quienes siguen organizando eventos, reuniones o excusas para encontrarse virtualmente. Hay quien atiende a cientos de webinars y encuentros. Creo que pocos pueden bajar la ansiedad, muchos necesitan seguir conectados. Yo me he dado cuenta que no puedo, que no tengo ganas de “asistir” a ningún evento.
Siempre consideré que los eventos son buenos para encontrarse gente, estar en contacto. Un evento digital pondera más la presentación que el contacto. En mi caso prefiero retomar mis lecturas, escribir más.

Detener el tiempo, animarse a aburrirse, a no saber, a estar lejos, a dejar de compartir con los que están del otro lado. Tomar un respiro, disfrutar y compartir con los que vivimos, añorar a los que no están cerca. Muchos ya no deben saber qué significa estar solo con uno mismo. Puede que sea un poco romántico, pero creo que debemos buscar una normalidad que nos acompañe con nuestras emociones y que nos mejore.

Una normalidad demandada por patrones sociales no necesariamente es bueno para uno. Y el confinamiento nos da esa oportunidad, de desconectarnos y saber que igual estaremos en casa, que nadie nos requiere en ninguna parte, que nadie nos juzgará por la no presencia. Al contrario, nos valorarán por los gestos, por la impronta que presentemos en el futuro al encontrarnos con personas totalmente cambiados, superiores.

En este sentido me gusta repensar en el valor de la mediocridad como un atributo. La mediocridad de los días, de lo que hacemos, de lo que aspiramos. Esta situación vuelve estancos algunos planes a futuro. Y sin esos planes, no hay exceso, no hay por qué resaltar. No hay nadie a quien demostrar nuestro inmenso ego. En ese escenario la mediocridad se vuelve un salvaguarda de nuestro ego que nos permite atravesar esta situación. No hace falta hacer de más, no hace falta tener más, no puedes ir a ningún lado. La mediocridad podría funcionar como una forma de proteger nuestra salud mental frente a los límites actuales que nos impiden seguir al ritmo de nuestra ansiedad. Es posible que ante una economía de decrecimiento, ante un la necesidad de recuperar la salud del planeta, una detención, hacer menos, nos podría ayudar mucho más que la ansiedad de intentar resolver todo.

La mediocridad de la que hablo no es hacer nada, ni hacer las cosas peor. Es lo justo, producir lo necesario, recuperando y refinando lo que ya tenemos. Es no generar excesos, buscar el valor justo en vez de explotar el valor añadido. La metáfora del arroz y del largo camino de las puertas Torii es justamente este. Encontrar la abundancia y agradecer en el camino del crecimiento.

Los invito a hacer el ejercicio de repensar lo que hacen estos días, el propósito por el que lo hacen, y pensar las cosas que han dejado de hacer. Entender lo que tiene sentido, el efecto que tiene sobre los demás, sobre el mundo. Al fin y al cabo, un virus es un agente que cambia las relaciones, nos obliga a defamiliarizarnos con lo cotidiano, cuestionar lo normal.

Los futuros post pandemia no serán como imaginamos [Actualizado]

Covid social distancing

Ya llevamos semanas o meses de medidas para paliar la crisis sanitaria, social y económica causadas por la infección del virus SARS-Covid-19. Hemos pasado de un lejano brote de gripe, a una realidad que nos ha chocado de forma inigualable en muchos años. Algo de lo que escribí hace 3 años parecía un futuro posible pero, por otras razones (y aún el cambio climático está a la misma distancia temporal).

El virus COVID-19 ha generado una reacción en cadena que causó esta crisis, o bien la crisis se hizo notar a causa de este virus. No podemos decir que geográficamente ni socialmente es igual para todos. La crisis y los efectos de la misma afecta diferente a todas las personas, ya sea por su estado de salud, su edad, su clase social, su acceso a diferentes servicios y su capacidad de vivir durante meses sin exponerse al posible contagio.

Sin embargo, los medios y quienes publican en ellos están hablando de un concepto de normalidad que, hipotéticamente, dejaría de serlo. En este artículo, me enfocaré en desgranar un poco qué significa esa normalidad y los posibles futuros de los que algunos hablan.

En primer lugar, no está muy claro si esta normalidad es algo que todos percibimos igualmente. Tampoco en qué ámbitos esa normalidad cambiaría.
Conociendo las diferencias de clase, de raza, de género, por lo que sabemos hasta ahora, esas diferencias se ven aún más. La vulnerabilidad genera mayor crisis para quienes no tienen otras formas de afrontar su “anormalidad”.

Tampoco está muy claro si esos cambios que veremos o que estamos viendo, son parte de lo que vivimos y sentimos ahora, o bien, de algo que vendrá. ¿Es esta una normalidad diferente? ¿O es solo una transición a la nueva normalidad?

Está claro que la idea de normalidad es problemática. Una normalidad significa estructuras sociales inamovibles, permanentes. La idea es peligrosa, porque define una idea revolucionaria. ¿Pero revolucionaria en qué sentido? ¿Acaso cambiarán las relaciones de poder? ¿El modelo económico? Todo parece indicar que el capitalismo se acrecienta a través de la tecnología, que los gobiernos manejan la crisis bajo pseudo estados de excepción, y que las libertades se acortan aún más para aquellos grupos más vulnerables.

Algunos utilizan esta crisis para definir una nueva normalidad que no pudieron generar antes, empujando esta definición a su favor como herramienta política. Mientras otros intentan insistir en la idea de volver a la normalidad que les beneficiaba. Parece que en esta nueva normalidad transitoria, si queremos llamarle, todo es más intenso pero poco cambia. La ansiedad que genera este cambio genera traumas, delirios y conflictos.

Pareciera que algunas cosas cambian para ciertos sectores, como el turismo de masas, o las empresas tecnológicas que venden servicios que no necesitábamos. Pero nada nos asegura que, una vez superada la crisis, volvamos a la situación anterior de consumo. Es más, el consumo es lo que los gobiernos tienen más preocupados. Una caída del consumo es una caída de la economía, pero no de los poderes del capitalismo. Al contrario, vemos cómo el poder económico se concentra en empresas como Amazon o Netflix, que se han visto beneficiadas por esta crisis, destruyendo los pequeños comercios y cines que quedaban.

En algunos países, el comercio de proximidad ha despertado, los ingenios para ofrecer cultura y educación han sabido adaptarse. Es maravilloso ver el cambio y adaptación. Sin embargo, poca evidencia hay que sea sostenible en un estado posterior a la crisis.

Considerando este escenario actual, podemos pensar en un escenario futuro. Es importante entender qué escenarios son observados como actuales, y cuales hechos del pasado determinan nuestras ideas de futuro. Cuanto más nos alejamos de estas realidades pasadas y presentes, podemos imaginar futuros más disímiles, pero poco tendrán que ver con la realidad próxima.

Un escenario pasado al que muchos se atienen, es la pandemia de 1918-19. Muchos insisten en que esa pandemia nos ha cambiado para siempre, y por lo tanto nos cambiará esta. Sin duda, todo efecto global es traumático. Todas las guerras nos han cambiado como sociedad, así como las crisis económicas, los ataques terroristas o eventos de diverso tipo. Todos y cada uno genera pequeñas excusas para cambiar.

Digo excusas porque ningún cambio es generado a partir de un evento, sino que los eventos son inicializadores de cambios en gestación. Al igual que con el virus, podemos salir a la calle a contagiar del cambio que llevamos dentro, o podemos buscar aislarlo para que no se reproduzca. Y esa decisión es nuestra como sociedad.

Y esa es la mayor oportunidad y el mayor peligro. Como sociedad, podemos elegir. Pero sabemos que la elección es siempre desigual, porque las sociedades se rigen mucho mas que por los poderes democráticos. Y como decía más arriba, en estos momentos de crisis, lo que mas se ausenta es la democracia. Las decisiones unánimes y su falta de transparencia están a la orden del día.

La epidemias trajeron muchas cosas. Aprendizajes de cómo tratar una crisis global, nuevos desarrollos socio-técnicos, como las unidades de cuidados intensivos, y también muchas expresiones artísticas que ayudaron a combatir los duros momentos. También despertaron otras crisis, en donde algunos argumentan que el efecto en el consumo luego de la pandemia dio lugar a la gran depresión de 1929, pero al mismo tiempo posteriores crecimientos económicos.

Ahora bien, las voces más escuchadas sobre estos posibles cambios dejan en manos de la tecnología el mundo del futuro. De los varios artículos publicados que he leído, lo que parece definir cómo enfrentar la pandemia, destaca el futuro próximo. Las ideas van desde el uso de test rápidos, de aplicaciones de seguimiento de contacto (llamados contact-tracing), hasta los “permisos” de circulación para inmunizados.

Es curioso, porque en un primer lugar estamos viendo respuestas tecno-deterministas. Aquellos que plantean estas herramientas lo ven como la única salida. Si bien no libres de consecuencias, no debemos olvidar que la humanidad ha salido de múltiples pandemias (y mucho peores), sin ningún tipo de estas tecnologías. Es decir, a priori, no son necesarias.

Yo estoy muy a favor de explorar nuevas opciones y oportunidades. Pero el peligro es el discurso que genera la idea de que este debe ser el futuro o no será. Una ideología que Morozov denomina solucionismo. Aún peor, quienes generan presión para incorporar diferentes soluciones tecnológicas a nuestra vida diaria, ignoran ciertos hechos.

«Surveillance is permanent in its effects, even if it is discontinuous in its action.» – Michel Foucault

En primer lugar, hay una “normalidad” indiscutida por utilizar modelos matemáticos, machine learning y datos para todo (incluso para mantener separada a la gente) , aún cuando no son necesariamente útiles, conllevan sesgos socio-culturales, cuando faltan muchos datos o los mismos datos que son utilizados son sospechosos por los intereses políticos detrás de su medición o falta de validez en los datos. Esto lleva a la idea de que necesitamos una forma de contar rápida, masiva y segura. Algo que por el momento no es posible en la mayoría de los países.

A falta de un método eficiente de contabilizar, nos hemos convencido de que a lo mejor podemos usar los datos de las personas para saber si se han contagiado o son potencialmente contagiados (atención con esto), de personas que efectivamente sabemos que son portadores del virus. Esta idea ha llevado a grandes empresas, e incluso la Unión Europea, a considerar aplicaciones móviles de seguimiento de personas.

Mi segundo argumento es que este tipo de soluciones está inspirado en supuestos casos positivos que ha permitido a algunos países asiáticos contener el virus (China, India, Hong Kong y Singapur, principalmente) [20/04/2020: A pesar de utilizar restricciones y tecnología, a Singapur se le escapó toda una clase social que vive hacinada de la que depende y en la segunda ola ha subido la cantidad de contagios]. Estamos hablando de países donde la democracia y las libertades individuales brillan por su ausencia. Elegir qué países mirar cuando la evidencia no es demasiado precisa, cuando los datos no son los que parecen, puede ser peligroso. En todo caso, ¿Por qué no se toman otros países como ejemplo? A pesar de ello, suponiendo que hay otras formas menos autoritarias de imponer un control restrictivo (vaya contradicción!), un estudio reciente ha demostrado que, a menos que prácticamente el total de la población se encuentre dentro de este sistema, la efectividad del contact-tracing es muy baja.

Tercero y último, históricamente, la imposición de estas formas de identificación generan racismo y discriminación. Desde la tuberculosis, el HIV, la tifoidea, hasta los famosos “inmunoprivilegios” del flavivirus del Siglo 19, identificar a los portadores de un virus es ofrecer una vía de discriminación sin igual. Es potencialmente peligroso, no solo por identificar a quienes efectivamente llevan o han tenido el virus, sino que pueden perjudicar a aquellos en los que la detección es un falso-positivo o un falso-negativo. Es decir, si no han tenido el virus y figuran como haberlo tenido, o haberlo tenido y no ser detectados. Esto se relaciona directamente con nuestra incapacidad actual de detectar a los portadores asintomáticos y la incógnita de permanencia del virus una vez superados los síntomas.

¿Pero quién pensaría en discriminar a otros cuando estamos ante una situación sin igual? En un primer momento, cuando el virus tenía su foco en China, las voces racistas se habían despertado discriminando y expulsando a asiáticos. Actualmente algunos países están generando estas formas de control, limitando las libertades, por ejemplo solo por tener cierta edad. Se ha visto en las redes sociales discriminación hacia los trabajadores sanitarios por estar en contacto con personas contagiadas. Aún cuando la sociedad misma los llama héroes, en la cotidianidad son discriminados.

[20/04/2020: El instituto Ada Lovelace publicó un reporte argumentando por qué no se deben utilizar estas tres estrategias en el escenario actual para la mayoría de los países democráticos. ]

Stay home

Mi objetivo no es discutir la salida de la crisis porque me debería extender mucho más en otros detalles. Sino demostrar que los mundos que nos imaginamos, están definidos por la idea de utilizar ciertas tecnologías como normalidad. Aún queda por explorar el concepto de solidaridad que se ha utilizado (y abusado) este tiempo, el de guerra con sus implicaciones geopolíticas, y del distanciamiento social como forma de redefinir la geografía espacial y humana. Creo que una normalidad mucho más sana incorpora métodos de prevención y confianza mutua, como es el uso de medidas higiénicas y barbijos cuando una persona detecta que podría contagiar a otros [20/04/2020: Incluso  el confinamiento parece ser menos necesario si se utilizan barbijos, según la experiencia de Hong-Kong]. Es una costumbre a la que nos podríamos adaptar fácilmente y adaptar nuestra normalidad, si no lo llevamos al extremo. [20/04/2020: En un caso opuesto, durante la gripe de 1918-19 se creó la liga anti máscaras, lo que elevó el pico de contagios en San Francisco por un grupo de rebeldes sin causa.]

Es cierto que nuestra relación con la tecnología es ambivalente. La tecnología moldea nuestra sociedad al mismo tiempo que la sociedad concibe la tecnología. Pero debemos desentramar las ideas (e ideologías) asociadas a las tecnologías, porque de lo contrario oscurecemos y naturalizamos su uso como si fuera la única vía posible. Podemos comenzar a pensar nuevos escenarios en donde la tecnología puede ser útil.

Es interesante, por ejemplo, ver cómo una propuesta de solución tecnológica que se debate abiertamente ha dejado rastros de las múltiples visiones y razonamientos críticos al respecto, donde al día de hoy hay más de 77 problemas técnicos, sociales, y geográficos reportados abiertos. Lo cual da una idea de la realidad a la que se enfrenta cualquier sistema socio-técnico al salir a la luz. Y debemos tener en cuenta que solo han participado quienes tienen acceso y comprenden su alcance, con la ausencia de miles de colectivos vulnerables que serán los mas afectados. [20/04/2020: Parece que EU decidió abandonar el proyecto por falta de documentación. Al mismo tiempo, Financial Times argumenta que hay 2 billones de teléfonos que no podrían utilizar el protocolo Apple-Google. Mientras tanto, algunos argumentan que el protocolo de Apple y Google es un «lobo vestido de oveja»].

 

«When every moment is constantly being filmed, it’s hard to relax.»- Kourtney Kardashian

Pero lejos de un futuro tecno-determinista, también podemos pensar otros aspectos del futuro. Por ejemplo, el contacto y los placeres humanos. Las relaciones interpersonales se vieron totalmente afectadas, desde el deseo romántico o sexual, hasta el compañerismo y el soporte psicológico. Nos hemos alejado y dejado de tocarnos con otros, de juntarnos, de darnos cariño más alla de las personas con las que convivimos. Dejamos de experimentar sabores y experiencias, dejando de alimentar nuestros sentidos, y nuestro insaciable deseo de aprender cosas nuevas.

[20/04/2020: Otro debate incesante en el mundo de las ciudades es la falsa idea de que la densidad poblacional es el problema. Un argumento falso, ya que el verdadero problema es la sobreocupación (overcrowded) de los sistemas de transporte y habitacionales. No es cómo convivimos, sino cómo las ciudades están diseñadas para movernos. Tal vez, las ciudades pensada para el tránsito de coches tienen sus dias contados, y algunas ciudades (Nueva York, Paris) ya están adaptando sus calles más transitadas para ser ciclovías.]

El contacto y el gesto está en nuestra naturaleza animal y social. Romper estos esquemas permanentemente sería un trauma social mucho más grande que cualquier otro. No solo los niños sufren por dejar de ir a jugar al aire libre.  No me cabe duda que la sociedad será resiliente y buscará formas de entrar en contacto, en reactivar las actividades humanas cuanto antes sea posible.

Si debemos pensar en futuros posibles, debemos empezar por cómo recuperar los espacios perdidos. A partir de lo que necesitamos como personas, como sociedad. Empezar desde el miedo, desde el control, es empezar una guerra contra lo invisible. Y combatir armas con armas solo lleva a más destrucción.

Por otro lado, debemos sensibilizarnos con quienes tienen otras voces acerca de la experiencia en estos momentos, como las comunidades queer y LGTBIpersonas sin techo, o todos aquellos que deben seguir exponiéndose al virus porque no tienen opción, por nombrar algunos. Quienes insisten en redefinir una normalidad deberían pensar menos desde la solución y acercarse a quienes viven otras realidades diferentes a las propias, y orientar la planificación en torno a recuperar espacios perdidos por aquellos más vulnerados.

Es por ello que los discursos de normalidad y de futuros posibles, deben construirse en torno a los conceptos que nos identifican, que buscan solidaridad pero también reconocer las necesidades y las diferencias preexistentes. La idea de normalidad es demasiado delicada para utilizarla de forma banal.

20/04/2020: A propósito de las políticas de normalidad (gracias David Solans por el disparador). Siguiendo a Sara Ahmed, debemos preguntarnos ¿a quién le conviene una nueva normalidad? Somos seres de hábitos y costumbres que no nos gustan los cambios radicales. En el 99% de los casos vamos a intentar mantener nuestra forma de vida y nuestras creencias hasta mas no poder. De la misma forma, intereses economicos y politicos harán lo mismo.  Quien habla de una nueva normalidad no es más porque desea esa normalidad. Nadie quiere cambiar mucho, simplemente algunos quieren explotar la oportunidad. Ya sea los que luchamos por que haya mas bicis en las calles, o los que prefieren un cambio de regimen económico o político que defienda sus intereses. Por eso, cuando leamos sobre las nuevas normalidades (igual que podemos leer cómo la realidad es la misma) debemos entender qué intereses hay detrás de la proposición de un futuro diferente. ¿Quién se verá afectado? ¿Qué escenarios se plantean? ¿Qué principios defiende? La realidad es mucho más compleja que la falsa dicotomía entre salud o economía por muchas razones. ¿La salud de quién?¿La economía de quién?. Para el caso del uso de inmunoprivilegios he escrito un pequeño hilo de twitter (aquí) que explica por qué una medida de salud puede corromper la economía y salud de un sector de la población.

Fotos: Yohann LIBOT  y LOGAN WEAVER en Unsplash

Mi experiencia en movilidad eléctrica (con el Chevrolet Volt)

Hace ya un año que inicié mi aventura con los vehículos eléctricos y aprovecho para contarles cómo ha sido y por qué ha sido. A fines de 2017 me encontraba a un año de terminar mi doctorado en Castellón, y habíamos decidido mudarnos a Barcelona para establecernos allí.

Iba a necesitar una forma de ir y venir, de mudar todo lo que teníamos en Castellón luego de 2 años (incluyendo los gatos). Una opción muy viable siempre fue el tren más algún flete o alquiler de coche.

Pero claro, estando en Europa y como comenzaba a ser tendencia, la idea de los coches eléctricos parecía viable. El gran atractivo era el cero gasto en gasolina y mucho menos en reparaciones. La historia no fue esa estrictamente. Paso a contarles.

Volviendo de mi estancia en Lisboa comencé a investigar qué había disponible, qué se necesitaba, etc. Por suerte acabé dando con el ForoEV donde los aventureros como yo se han animado a probar alguna que otra fantasía mecánica.

Las opciones eran pocas (y honestamente las siguen siendo a pesar de que haya más coches en lanzamiento). Más allá del Tesla Model S que es el deseo de cualquiera que quiere pasarse a eléctrico, las opciones son pocas y el costo es mucho. Estamos hablando de coches que realmente pasan de la gama baja y hay que hablar de gama media/alta. Además de que las prestaciones son pocas, la mayoría de los coches disponibles no pasaban los 200 Km de autonomía, es decir que no llegaba a hacer los 300 km que separan una ciudad de la otra.

Finalmente encontré lo que podría pagar y que permitía unas buenas prestaciones. 60km de autonomía y un motor de combustión para viajar esos 300 km sin problemas (la autonomía total es de 500km en combustión que se suman a los 60~80km en eléctrico según las variaciones de temperatura). El Chevrolet Volt es un auto que ha tenido muchas ventas en Estados Unidos, pero no en Europa. Luego de empezar a comercializarse en 2011, al año siguiente se dejó de vender y quedan pocos. Especialmente, la mayoría se encuentran en Holanda. Y es por eso, que muchos van allí a buscarlos, con un precio más bajo y con la fiabilidad del mercado y control que hace el Estado allí. El Volt es un coche robusto, grande y pesado, tiene unos motores potentes, de 111kW, y viene muy bien equipado (cámaras, asientos de cuero, equipos Bose, etc). Pero también tiene sus debilidades, ya que no se ha actualizado desde el 2012, sus mapas son viejos y, lo peor, es que no hay muchos repuestos ni centros de atención (al menos) en España.

De Münster a Castellón from Manuel Portela on Vimeo.

Me traje el coche de Holanda (más detalles en este hilo), conduciendo los 2000km en un fin de semana. En lo que va de un año se ha portado muy bien. Como podía cargarlo en la Universidad y frente a mi casa en Barcelona, pude prescindir de tener un garage. En ese sentido tuve mucha suerte, ya que no es recomendable tener un eléctrico sin un garage y una conexión eléctrica. En general, en España hay una ausencia muy grande de puntos de recarga (en comparación al resto de europa) con la excepción de Cataluña, que está bastante bien dotada. Además, en Barcelona, los coches 0 emisiones (eléctricos y REEV con un mínimo de 40km de autonomía) están beneficiados con un 75% de bonificación en el impuesto de circulación, un 100% de bonificación en la matriculación, uso gratuito de los cargadores públicos, zonas de estacionamiento azul y verde gratuitas, y peajes gratuitos en las autopistas de la Generalitat. Eso me supuso un gran ahorro, especialmente en los viajes en los que por cada ida y venida me ahorraba 20€ del valor del peaje (la autovía a Castellón sale aproximadamente 30€ por trayecto).

Respecto al mantenimiento, es cierto que los coches eléctricos requieren mucho menos cuidado. Pero el Volt da algunos dolores de cabeza. Primero porque todos sus componentes son caros (incluso los neumáticos), segundo porque ha sido uno de los primeros coches de General Motors y han puesto especial cuidado para que el sistema alerte de cualquier situación sospechosa, con lo cual el coche puede ponerse en problemático (a mi no me ha pasado, pero a varios si). Esto es una contra cuando no tienes un taller autorizado y con el conocimiento suficiente, pero por suerte no es el caso de Barcelona. Además, estos cuidados han logrado que sea uno de los coches que menos degradan sus baterías. Es decir, que hay quienes han tenido un Volt por más de 600.000 kilómetros y sus baterías apenas se han degradado, o perdido capacidad. Esto es importante porque muchos de los coche que salen ahora no tienen un sistema de refrigeración tan fiable como este, y a los pocos kilómetros se puede sentir que su capacidad es menor. Y las baterías no son nada baratas para cambiarlas seguido.

Además de aprender todas estas cosas durante estos doce meses, he aprendido mucho de electricidad, de cómo cuidar la eficiencia al conducir y cómo funcionan la carga, almacenamiento y descarga; las diferencias entre sistemas híbridos, eléctricos y REEV; cuales son los beneficios y complicaciones, etc. Es todo un mundo nuevo. Lo cierto es que aprendí mucho (gracias a los grupos de telegram y foros de autodidactas como yo) y no me arrepiento de haber iniciado esta aventura.

Hoy ya lo puse a la venta, porque al vivir en una ciudad grande, mantener un coche es más gasto que diversión. Preferimos disfrutar la ciudad en bicicleta y ahorrar un poco más. Pero ojalá en el futuro pueda pasarme a un eléctrico como es el Tesla Model 3, que parece ser que marcará un antes y un después en el mercado.

En términos de convertirnos a un mundo 100% eléctrico, estamos lejos. Aún aparecen coches con prestaciones interesantes, pero falta red de puntos, falta generación (especialmente renovable), falta resolver qué hacemos con las baterías, pero mucho falta por valorar lo que ofrecen (además de un movimiento silencioso) y lograr un estándar cultural.

Una nueva forma de smart

Hace ya cinco años asistía al primer Smart City World Expo. Y he repetido sin interrupciones a todas las ediciones. Si no escribí nada sobre las últimas es que no me han entusiasmado mucho. Por el contrario, he decidido escribir algunas notas sobre la edición de este año que sucedió esta semana. Tampoco es casualidad que me haya mudado a Barcelona hace unas semanas, ni que la ciudad esté revolucionada por el intento de independencia. Ni que Barcelona esté liderando un cambio en términos tecnológicos, como siempre lo ha hecho de diferentes formas.

Es este año que el debate ha pasado desde una idea de top-down de las smart cities, por muchas formas de discurso. Entre ellas la mas reconocible ha sido la idea de que hay que centrarse en el ciudadano. Dicho discurso quedó ambiguo ya que terminó siendo tomado por las mismas empresas y gobiernos para vender lo mismo que venían proponiendo.

Es aquí cuando Barcelona, con su cambio de gobierno bajo los vecinalistas de Barcelona EnComú ha tomado la iniciativa de generar un plan de gobierno digital orientado a desarrollar herramientas open-source y en devolverle a los ciudadanos lo que es del ciudadano. En este sentido, ha potenciado un discurso que había sido el de datos abiertos y gobierno abierto y lo han llevado más allá.

Por un lado Decidim, la plataforma de participación ciudadana que utiliza el ayuntamiento, tiene tres grandes virtudes:

  1. Es enteramente complementada por encuentros y debates en forma física, llegando a toda la población e intercalando diferentes formas de participación
  2. No solo es open-source, sino que se realizan hackatones (los llamados Metadecidim) para mejorarla y hacer forks sobre el código que está abierto a cualquiera, con lo que se asegura la transparencia también en el proceso de creación y actualización de la herramienta.
  3. Fue adoptada por varios otros ayuntamientos, como el de Madrid, Pamplona, y la misma diputación de Barcelona quien ayuda a implementarla en los otros ayuntamientos de la provincia. Este factor es fundamental, ya que es una forma de asegurarse que la misma es actualizada por los diferentes ayuntamientos hacia el futuro. Por ejemplo, si alguno decidiese no usarla más, la misma no quedaría en desuso, sino que se mantiene viva como plataforma central. De esta manera los recursos destinados no se pierden sino que se benefician mutuamente a partir de la colaboración.

La colaboración y cooperación es algo que las ciudades han ido aprendiendo a lo largo de los años, pero que no es muy aceptado. En la conferencia, Gala Pin (BCN) y Miguel Gamiño (NYC) lo han destacado al mismo tiempo que anunciaron que están trabajando conjuntamente en varios proyectos. Y no es menor que ya nos habíamos adelantado a su momento con el Programa de Políticas Públicas Innovadoras que armamos desde el GCBA.

La segunda propuesta de Barcelona es la soberanía digital. Gala Pin lo dijo muy claramente “No debemos dejar que nuestras ciudades sean laboratorios de las empresas tecnológicas, sino detectar las necesidades de la ciudad y colaborar con las empresas y la ciudadanía para lograr solucionarlas”. En este sentido, el embiste viene con el derecho a la protección de datos de los ciudadanos para evitar la explotación de datos masivamente que realizan las empresas.


El problema de los datos y algoritmos es demasiado abstracto y es complejo de transmitir y es difícil de concientizar entre los ciudadanos (Se pueden leer los siguientes artículos aquí y aquí y de yapa una lista de bibliografía ). Esa fue la conclusión del panel “Fresh ideas on privacy, trust datalake management”. En el mismo estuvieron presentes Francesca Bria (CTO de Barcelona) quien habló del proyecto DECODE en el que están trabajando para el uso de Blockchain para proteger los datos de los ciudadanos sin delegarlos inocentemente. También estuvo Mara Balestrini, quien está trabajando con el proyecto Salus.coop para la gestión cooperativa de los datos de salud de los ciudadanos. Mara se refirió a las narrativas que estamos generando respecto al uso de la tecnología. La idea de “Smart Cities” proviene de la narrativa que creo Mark Weiser hace 60 sobre tecnologías calmas, e idealizamos dicha narrativa, cuando deberíamos adaptarla a los tiempos que corren. Crear nuevas narrativas, nos permitirá discutir e imaginar nuevos escenarios.

He rescatado algunas imágenes de la feria que refleja esta narrativa en la que transcurre la feria:

Rob van Kranenburg, fundador del IoT Council (ahora llamado Next Generation Internet), expresó la idea de que ya no debemos hablar de Privacidad, sino de privacidades. Ya que los usos y requerimientos de la privacidad es contextual, cambia en el tiempo, en el espacio y también en la vida de uno mismo. Bria resaltó la importancia de la nueva legislación europea GPDR que se pondrá en funcionamiento el próximo año para regular la privacidad y que cambia muchas de las normas en el territorio europeo. Beth Noveck (The GovLab) estuvo presente otra vez en el congreso. Había estado en 2015 y fue un gusto que haya hecho una recopilación de los cambios que hubo este tiempo en temas de participación y el rol del gobierno.

Lo destacable fue su apuesta por la participación, no desde una “tiranía de las mayorías”, como ella lo llamó, sino involucrar a los ciudadanos en el desarrollo de políticas públicas. Bajo su perspectiva, lo que no estaba funcionando es el ámbito legislativo, donde el ciudadano ignora el proceso de crear una ley y una política, y donde los gobernantes desestiman la participación por esta falta de conocimiento. Ella propuso hablar de CrowdLaw, donde los ciudadanos son portantes de conocimiento y que a su vez se capacitan en el proceso de generación de legislación. Porque sino, se cree que los ciudadanos no tienen el conocimiento suficiente y se los desestima.

Además, apuntó contra la idea de los “expertos”, indicando que la idea como alguien diferente a los ciudadanos ya no existe, sino que todos somos expertos en algo y se debe reconocer esa experiencia. Pero para eso los ciudadanos deben capacitarse, y es ahí donde hay que involucrar al ciudadano desde el sistema educativo, cultural y otros ámbitos cotidianos. Y en ese sentido, ella destacó el uso de métodos como Citizen Science y Civic Science, conceptos de los que desconocía su distinción y me pareció oportuna.

Es evidente que el problema habitacional emergió considerablemente como conflicto urbano. Hubo tres o cuatro paneles en los que participaron gobiernos locales, especialmente Amsterdam, Berlin, Barcelona y Vienna, quienes de alguna manera tienen apuestas más contundentes frente a este problema. Los paneles siempre iban en combinación con estudios en base al efecto de Airbnb y la Gig Economy. En este sentido, el concepto de economía colaborativa o Sharing Economy, fue desplazado totalmente por la crítica al daño que han hecho y por la evolución hacia el concepto de Circular Economy que mezcla una preocupación medioambiental con el aspecto económico-social.

Otro de los grandes temas fue el desafío de la movilidad. Sinceramente apenas asistí solo a uno de los paneles. Pero las ciudades grandes, medianas y pequeñas se están apurando a tomar medidas porque el efecto de la contaminación es imparable. El mes que viene entra en vigencia la exclusión de autos antiguos en el anillo del área metropolitana de Barcelona y una decena de ciudades europeas ya le están haciendo la cruz a los autos diesel en los próximos años. Aún así, estamos ante el problema más desafiante en la lucha contra el cambio climático.

Finalmente quiero destacar otras dos observaciones. Por un lado, he participado del evento Responsive Cities organizado por el IaaC y Active Public Space. Dicho evento estuvo embebido dentro de la feria, pero un poco alejado. Muchos de los temas que se debatieron fueron orientados desde la arquitectura, urbanismo y artes electrónicos. La representación del espacio, la experiencia, la performatividad, campos que no se discuten y no se debaten demasiado. Como foco de mi investigación, son los universos que estoy tratando de cruzar, pero que se hace difícil por la forma en que los discursos no son compatibles. Las guías y buenas prácticas se pueden descargar libremente en el sitio y son fascinantes.

Lo segundo es que asistí a un panel sobre inclusión y accesibilidad. Sentí que el tema estuvo muy relegado, que no se incluyen esos debates en el ámbito, sino se lo sigue tratando como una externalidad y me apena mucho. Hay trabajos académicos que están abordándolo desde diferentes perspectivas. El que más me gusta es Modes of Ordering, pero lo contaré en otra ocasión. Creo que hay una dificultad en tratar estos temas, incluso cuando tuvo especial participación la convocatoria que Barcelona y Nueva York sacaron respecto a la búsqueda de soluciones para personas con discapacidad visual en la ciudad (tema que escribiré en otra ocasión porque me interesa investigarlo más).

Una vez más, ha sido un placer ver a amigos y colegas en este evento. En definitiva, la feria es como las navidades donde uno se encuentra con personas de todo el mundo con las que ha trabajado o discutido sobre estos temas que nos apasionan tanto.

La ley y la usabilidad de las luces intermitentes

Hace ya dos años vivo en España (con una breve transición por Portugal) y desde entonces he manejado/conducido coches en las rutas y autovías de varios países europeos y americanos. Hoy quiero encarar un aspecto interesante de nuestra vida como conductores (y por extensión, el resto de la vida pública). Para ello, quiero exponer un breve análisis sobre cómo choca un aspecto normativo, y político, y un aspecto de usabilidad, y por lo tanto cultural.

Todos los autos, por normativa, incluye una señal de luces que se reproducen en ambos lados del vehículo ante una situación de alerta. En Argentina las llamamos “luces intermitentes” o balizas. En España se les dice “luz de emergencia”, en inglés el término es “hazard” lights (Wow!).

Según wikipedia:

Also called «hazards», «hazard warning flashers», «hazard warning lights», «emergency lights», «4-way flashers», or simply «flashers». International regulations require vehicles to be equipped with a control which, when activated, flashes the left and right directional signals, front and rear, all at the same time and in phase.[10][21] Operation of the hazard flashers must be from a control independent of the turn signal control, and an audiovisual tell-tale must be provided to the driver.

This function is meant to indicate a hazard such as a vehicle stopped in or near moving traffic, a disabled vehicle, a vehicle moving substantially slower than the flow of traffic such as a truck climbing a steep grade, or the presence of stopped or slow traffic ahead on a high speed road.

In vehicles with a separate left and right green turn signal tell-tale on the dashboard, both left and right indicators may flash to provide visual indication of the hazard flashers’ operation. In vehicles with a single green turn signal tell-tale on the dashboard, a separate red tell-tale must be provided for hazard flasher indication.[10][21][102][103] Because the hazard flasher function operates the vehicle’s left and right turn signals, a left or a right turn signal function may not be provided while the hazard flashers are operating, although the vehicle may activate the indicator and return to the hazard flashing phase once the indicator is deactivated.

En Argentina utilizamos esta señal bajo las mismas situaciones que son definidas en el artículo. Si un vehículo se detiene, el tráfico va lento, o también cuando vamos a frenar para estacionar el auto.

La lógica es simple, si vamos más lento respecto a lo esperable en determinada situación o nos detenemos en un lugar no esperado (por ejemplo si vemos un lugar para estacionar). La luz nos sirve para dar una alerta especial a los coches de atrás, diferente a la del freno, que puede pasar desapercibida en una zona con tráfico u otras razones. Es decir, se pondera alertar a los conductores de una maniobra o situación de peligro.

Pues la ley Española dice lo contrario. Lo que indica es que las luces intermitentes se pueden usar solo en la situación de detención por emergencia (ver este artículo). Por ejemplo si nos detenemos en una autovía, debemos poner las luces y además los triángulos. Prohibiendo, además su uso para otros casos, por ejemplo cuando el tráfico se detiene en una autovía y debemos alertar a los coches que vienen a 120km/h detrás nuestro. En lugar de usar las luces de emergencia, sugieren dar señal a través de múltiples frenadas.

Pensando en que uno se acerca a una zona donde hay vehículos frenados, lógicamente irá frenando lentamente si puede proveerlo, pero no necesariamente tenga tiempo para hacer dicha maniobra. Por el contrario, a veces el freno es de golpe sin tiempo de dar “multiples frenados”. Por otro lado, si nuestro coche está detenido, claramente no podemos dar dicha señal, porque el coche está frenado completamente, o bien tendríamos que estar un buen rato dándole al freno.

Aún bajo estas situaciones, el coche que viene detrás puede no darse cuenta de que hay una situación especial y simplemente estamos conduciendo preventivamente dando ciertos frenos ocasionales, y por lo tanto no disminuye su velocidad, generando un accidente.

Respecto a este caso, he visto que muchas veces se utiliza bajo esta situación, aunque no esté indicado o esté prohibido. Es evidente que los conductores encuentra más útil avisar con mayor énfasis al respecto.

En este estudio de 1980, ya se comprobó que usar dichas luces para el caso mencionado, es de gran utilidad.

Por otro lado, en el caso de estacionamiento en la vía pública, o entrada al garage, la ley española indica usar la luz de giro. Para mí siempre fue más que absurdo, pero lo he comprobado empíricamente. Dicha luz tiene dos funciones muy claras, girar hacia el lado indicado o pasar de carril que se encuentra hacia dicho lado (dependiendo la situación). Utilizar la misma señal para indicar que entraremos a un garage o nos detendremos para estacionar es de lo mas absurdo.

Es importante desentrañar la lógica de esa señal de forma teórica en primer lugar. Supongamos que queremos doblar en la próxima esquina, la señal no será colocada inmediatamente en la esquina, sino unos metros antes. Pero al mismo tiempo, hay lugares donde sería posible estacionar. Queda a la interpretación del resto de los conductores, asumir si nosotros queremos hacer una u otra maniobra, y por lo tanto actuar al respecto.

Empíricamente, he intentado estacionar cerca de esquinas y más de una vez se me han pegado atrás pensando en que iba a avanzar. He intentado hacer señas para avisar que voy a estacionar, sin respuestas positivas. En otro caso, me han robado el lugar, simplemente porque no interpretaron mi intención de estacionar. Desconozco si hay una seña culturalmente aceptada para hacerlo, al menos la desconozco. Para solventar tal situación, lo que intento hacer siempre es posicionarme delante del espacio y colocar las balizas. Esperando que el resto de los coches se alejen (causando a veces un poco de confusión), para poder comenzar las maniobras. No encuentro otra manera de hacerlo. Es decir, recurro a romper con las normas simplemente porque la norma no funciona.

Quiero resaltar en el caso la importancia de ver cómo las leyes, y por lo tanto la reproducción social de las normas, se contradicen.  Y es también importante observar cómo las instituciones son obtusas respecto a “mantener la ley” aún si socialmente no es útil. Además de generar ciertas ambigüedades, el caso muestra un poco de la idiosincracia española, pero también refleja mi cultura argentina (suponiendo que sí existieren como algo estático y palpable).

De ninguna manera quiero decir que una cosa esté bien o mal, sino resaltar el absurdo. En este caso, es anecdótico, pero en muchos otros, no. Merecería, además un estudio exhaustivo de cómo y por qué dichos artefactos fueron diseñados, cuales son o fueron las intenciones de colocar las señales y los símbolos que se encuentran en todos los autos. Según este reporte, Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania fueron los más pioneros en establecer estándares al respecto y las normalizaciones (o armonización) llevaron muchos años, incluso hasta la década de 1990. En el punto 3.3 se listan muchos de los problemas con las luces de freno y de giro, mientras que en el 4.3 se proponen soluciones. Si bien el documento es un tanto antiguo, un uso más intensivo de las balizas mejoraría sustancialmente mucho de los problemas listados. Pero esto es solo una suposición. Aún así hay muchos casos en los Estudios de la Ciencia y Tecnología que abordaron las transformaciones en la industria automotriz.  Cómo y por qué se incorporaron estas luces, cual es su aplicación en diferentes países y cómo funciona con personas que tienen diferentes códigos culturales (inmigrantes o turistas), es responsabilidad de quienes hacen las leyes y quienes las hacen ejercer.

Y España tiene esas cosas absurdas de una actitud “es lo que hay”, como cuando prohiben conducir sillas de ruedas en las veredas/aceras, simplemente por ser un rodado y es lo que se prohibe en la ley.  O esta normativa de la Dirección General de Tráfico, dejando afuera de las aceras las sillas de ruedas motorizadas simplemente por tener un motor . Dejando a personas con dificultad de moverse, ante el peligro de enfrentarse a un coche de 150 caballos de fuerza.

Finalmente, es de destacar que, a pesar de vivir en un ecosistema de artefactos, en los que se generan nuevas distracciones y formas de interacción, es difícil acordar en temas tan delicados y sistemas tan sencillos como un código de luces. Una actividad que ya se desarrolla hace más de un siglo, bajo manipulación prácticamente analógica, aún genera espacios de disputa y confusión. Pensemos cómo sera esta estandarización y convivencia en los escenarios planteados sobre supuestos sistemas autónomos, self-driving cars, etc.

 

Imagen: https://goo.gl/images/RfnyFH

Back to The future: Definiendo los posibles futuros

Hace unos días se cumplió la fecha en la que, según la película, Marty McFly llegaba del pasado. Vi muchos post sobre los inventos que realmente existen en este año y los que no, los que son similares o los que no tienen nada que ver. Incluso algunas marcas aprovecharon su branding oportuno y sacaron su propia versión “como en la película.

Incluso Daniel Balmaceda, reconocido historiador porteño, nos trae a cuentas las viejas futurologías de Buenos Aires. Aquí hicieron algo similar sobre Londres.
Siempre es bueno recordar qué era lo que se creía en un momento, para conocer la visión de la propia ciudad.

No tiene que ver con lo que realmente pasó o no, sino con habilitar el imaginario colectivo a nuevas posibilidades. El componente cultural de la ficción, nos permite adaptarnos a las tecnologías, a generar el sentido de utilidad o al menos existencia.

La utopía es algo sano. Aunque algunos crean que es cosa de soñadores, o gente de izquierdas, tanto las utopías y las distopías nos permiten crear ideas, no sobre lo que existirá o no, sino en lo que nos convertiremos.

La disciplina conocida como Design Fiction, devenida de las prácticas de Human-Computer Interaction y Design Ethnography, busca experimentar con esos futuros posibles y desarrollar nuevos productos en base a esos cambios culturales. Near Future Laboratories es un estudio que explica muy bien de que se trata esta disciplina, como ellos lo definen “In Design Fiction we make implications without making predictions.”

Muchas veces la ciencia ficción aparece como algo valorado negativamente en la sociedad. Está visto como algo infantil, imaginativo o naive. Pero al “acercarnos a la modernidad”, con nuevas oportunidades para nuestras vidas, como los self-driving cars o computadoras que respondan nuestros pedidos, como Siri, es bueno preveer a donde nos estamos dirigiendo, y cuales serán nuestros desafíos.

A propósito, las compañías tecnológicas están sobrepasando sus procesos de innovación, llevando cada vez más rápido los resultados directo a los usuarios. Así cualquiera puede instalar de forma oficial una beta de iOS en su iPhone, a pesar de tener problemas de compatibilidad, o bien probar el autopilot de Tesla, por más que sea un peligro para nuestra persona.

Hoy en día, la ficción es más realidad que la propia ficción. Una mirada crítica y las metodologías de experimentación, deben estar aún más afinadas.
Por suerte, con el regreso de StarWars y BackToTheFuture a los medios sociales, se está reivindicando un poco más la mirada futurista. Aunque algunos se lo toman por vintage…

En definitiva, no se trata de subirse a moda o a un revival, sino de reflexionar de cómo podemos aprender de nuestra propio futuro.
Para nostálgicos, les dejo una yapa 😉

Data-driven obsession

Mucho vengo leyendo sobre la aparición de objetos/dispositivos que nos “ayudan” a controlar cual o tal indicador.
Hasta hace unos años, controlarse la presión, el peso y la visión cada tantos meses era suficiente. Hoy en día, además controlamos nuestro plan de datos móviles, la energía que consumen nuestros electrodomésticos o el agua que consumimos.

Como expone Alexis Madrigal, esto nos puede llevar a una decepción. No solo personal, porque el mínimo cambio en los datos probablemente no se vea reflejado en un cambio real. Tampoco en el mundo, ya que realmente no sabemos qué consecuencias tiene este nuevo comportamiento de “medir” todo y tomar decisiones a partir de ello.

Y ni hablar si las máquinas comienzan a tomar decisiones por nosotros. Alexis pone de ejemplo al mundo de la publicidad. Pero sucede en las listas de Spotify o algunos servicios de cartografía, donde lo sugerido se aleja bastante a lo deseado. Incluso Apple se dio cuenta de ello, proponiendo listas musicales curadas por gente de verdad. Tesla, por su parte, está utilizando Machine Learning a partir de las decisiones de sus usuarios para hacer el cambio de carril, etc.

Es que yo me pregunto si esta obsesión por hacer todo mas “inteligente”, no nos vuelve más paranoicos. Por ejemplo, este espejo que te muestra el futuro yo… en que universo paralelo esto va a ser realidad?

De todas maneras, parece que las startups están obsesionadas con la gordura de la gente, hasta que haciendo un análisis del tipo de productos que se lanzan, podemos ver las preocupaciones de la población.
Volviendo a Apple, el uso de los tres circulos en la app Actividad, son más efectivos, manteniendo el aviso de levantarse y el objetivo de caminar 30 minutos, es una forma de mantener el rito de vida sin volverse una obsesión.

Aún no se si alguien hizo algún tipo de estudio sobre la frustración al no mantener los niveles que las aplicaciones nos sugieren. Debo admitir que en los últimos meses, mi ritmo de vida fué muy intestable y cada semana mi Apple Watch me sugiere bajar el objetivo de calorías quemadas. Y en algún rincón de mi cabeza siente cierta culpa por ello.

Sabemos que las sociedades más exigentes están aumentando la tasa de suicidios. Y en particular, no creo que estos pequeños dispositivos que nos dice que mal nos va, no son más la evolución de las revistas de moda que mostraban personas delgadas, llevando frustración a la sociedad en vez de un beneficio real.

Como última instancia de esta obsesión, tenemos este servicio que dice ser el Yelp de las personas. En fin, el mundo está obsesionado con los datos. Y yo creo que está siendo un peso más grande llevar encima la culpa y la responsabilidad de tantos cambios irrelevantes, que nos olvidamos los valores de la banalidad y la empatía, que son fundamentales para una sociedad.

Bueno, y hablando de aparatitos que nos está llevando al extremo, no se que pasará cuando se pierdan algunas contraseñas por ahí y cualquiera pueda entrar a tu casa

Nuevos rumbos

Me aguanté mucho tiempo de escribir sobre mi futuro. Pero recién hoy tuve la confirmación. Fue un gran proceso de preparación, de trabajo, tanto en lo interno como en el hacer.
Recibí mucho apoyo, de gente que me cree capaz y gente que me quiere. Y eso, hace tiempo no lo sentía. Talvez porque soy introvertido y no me gusta contar algunas cosas por adelantado.
A veces cuando uno se esfuerza mucho pierde la visión y se siente ofuscado. Pero yo estaba muy convencido y la búsqueda dio resultados.

En febrero cursé mis últimos seminarios de la Maestría, e inmediatamente me puse a preparar el examen de ingles IELTS. Lo sufrí bastante, los idiomas me gustan pero la gramática me cuesta horrores.
Por esos meses empecé a buscar becas y puestos para aplicar. Apliqué a dos becas de doctorado y a tres posiciones, en diferentes países.
Mudarse no es facil, y aplicar tampoco. Entre la falta de correlatividad, el idioma y la dependencia de la videoconferencia, hace que todo sea muy poco controlable. Y por lo tanto las oportunidades bajen. Escribí muchas cartas y propuestas de investigación. Aprendí mucho, pero me sorprendí de mi mismo cuando vi la versatilidad que tenía. Al mismo tiempo me daba mucha inseguridad no ser Urbanista, Ingeniero, etc.

Los diseñadores a veces somos menospreciados. Y el contexto de aplicación es poco claro. Pero a medida que iban pasando las instancias iba entendiendo cual era mi lugar.

Un día me confirmaron que había sido pre-seleccionado para ir a exponer mi propuesta. Una propuesta de investigación que tenía poco claro. Era para estudiar tres años, algo que había pensado en pocos días.
Seguí estudiando. Gracias a Mara y Manu, me sugirieron textos que me ayudaron mucho a orientarme.

En el medio, nos unimos civilmente con Lu, porque si queríamos irnos los cuatro (con Batman y Newton, claro) teníamos que dar un pasito más. En tres días hicimos el trámite, firmamos, hicimos una pequeña reunión a la noche. Tenía que seguir con mi presentación, no había tiempo para grandes festejos.

Hace dos semanas, estaba a cinco días de viajar, y tenía una presentación descontrolada, no tenía punto. Era un rejunte de teorías, autores, ejemplos e ideas todas desordenadas. Rápidamente tuve que aprender cómo se exponía una propuesta de PhD. Busqué videos y textos.
Aburridos, no me gustaba nada. La gente académica pareciera que se olvida que la estética es parte de la filosofía.

Ahí fué cuando entendí todo. Había algo que podía unirlo todo, generar una presentación coherente, atractiva, con la que me sienta cómodo, con un tema que realmente me apasiona y con un objetivo concreto.

Diseño, era la palabra. El diseño permite contar historias, pero historias que tienen un objetivo concreto. También permite describir, comprender, expresar, transmitir deseos y pensamientos en un solo movimiento.

Así que fui a Lisboa, rodeado de personas de todo el mundo (literalmente, había gente de Colombia, Ecuador, India, Pakistan, Kazajistán, España, Ucrania, Rusia, Irán, y otros que no me acuerdo) que se habían especializado en Ciencias de la Computación, que hablaban de aplicaciones móviles, BigData y SmartCities. Fue una experiencia realmente interesante.

Y yo tenía una presentación, que en su primer slide decía “DATA IS BORING”. Pero que servía para romper el hielo, para decir “pienso diferente” (Hola Steve).

Hoy aterricé en Buenos Aires y recibí la grata noticia de que me habían aceptado. Que en casi 80 días tengo que estar en mi próxima casa, en la costa mediterránea, que durante los próximos 3 años será el eje de mi vida.
Evidentemente, el diseño tiene mucho que aportar a otras disciplinas. Mi investigación va a ser justamente desarrollar al diseño como metodología para la investigación.

Si todo sale bien, como viene siendo hasta ahora (de una forma muy misteriosa, por cierto), saldré en mis 32 años con un título de doctor debajo del brazo, y un acento valenciano.

Aún tengo mucho mucho que hacer. Pero la emoción es grande y eso ayuda a tener buena energía.

Gracias a Boyd Cohen, Pilar Conesa, Guillermo Tella y Cristina Cravino, que me ayudaron con las aplicaciones. Y gracias a Mara Balestrini y Manu Fernandez por sus comentarios y aportes. Gracias a Carlos Granell, por el apoyo y por creer en mi. Gracias a Martín Villar por el apoyo y bancarme los días que no estuve en el caos laboral. Y Gracias a Lu, por todo el apoyo.